Las tres menos cuarto

lunes, 1 de junio de 2009

GRACIAS A FERNANDO SABIDO SANCHEZ


MUJER DE PALABRA


Por un camino de piedras
camina aquella palabra,
es esa palabra absurda
esa palabra barata.

Te ha servido como madre
ha servido como hermana
como hija en tu vida
como amiga de tu alma.

Enfermera de tu angustia
de tu mugre la criada
de tu sexo la ramera
en tu muerte la mortaja.

De pequeño es tu maestra
de mayor la bien pagada
en tu ira la culpable
en tu calma la engañada.

En tu hambre cocinera
de tu ego la alabanza
de tu casa es la viga
que sustenta la morada.

Te regala a tus hijos
te los cría, te los ama
Se somete a tus deseos
y la matas por la espalda.

Por un camino de piedras
caminan sin importancia
cinco letras pequeñitas
y una mujer de palabra.


5 comentarios:

  1. Cualquier clase de maltrato a cualquier persona es condenable, y también hay hombres maltratados Clau , hay mujeres y mujeres, hombres y hombres. Besos

    ResponderEliminar
  2. Sí Emilio sí, lo sé.........y las mujeres somos más malas, matamos lentamente.........un beso

    ResponderEliminar
  3. nada de gracias claudieta, es una obligación del poeta levantar la voz y yo lo hago desde los periódicos y desde mis poemas, aunque la mia sola sea poco, pero si sumamos miles.........

    un beso

    nando

    ResponderEliminar
  4. Tienes razón, no te daré las gracias, te daré un beso.........

    ResponderEliminar
  5. Me sugiere hacer una página donde postear todos los poemas relacionados con la violencia de género....no estaría nada mal como denuncia. Al margen del problema, tu poema es inpactante. Te comparto uno mio con la misma problemática..

    SEDUCCIÓN PERVERSA

    Fantasmas obstinados gritaban,
    pugnaban por salir al descampado
    del fondo del dolor.

    Emergieron raíces
    hasta consagrar el recuerdo de otros días,
    inpregnando silenciosos sueños
    en nostalgias.

    ¡Te quiero¡, la decía,
    con rosas de impotencia,
    hasta dejar tatuada su piel
    en verdugones de ira irreverente,

    Ella callaba con triste disimulo.
    Frenando pavores y congojas
    esperó una siguiente acometida.

    Amordazando ilusiones,
    ratificó su mansedumbre
    como una vieja letanía.

    “Te quiero hasta la muerte” la decía.

    Fue su ultimo epitafio,
    y ella…
    le creía.

    ResponderEliminar