Hoy he abierto todas las ventanas de nuestra casa;
esa casa de mar, de olas y escaparates de mundos
por si entraba un aire fresco que secara mis mejillas.
Pero no, la calima era casi irrespirable, in elocuente
intransigente con mis dedos y mis ojos por su espesura.
He insistido hasta la saciedad en dejarlas abiertas;
ventanas sin rejas por las que entran los mensajes buenos
y las ráfagas de sonrisas picaronas, algunas veces.
Una bandada de palomas ha escapado sin rumbo
en una suelta de aves a contraviento y a contrapecho,
-no ha sido fácil quererlas libres de este aire enraizado-
A falta de palomas me quedo en nuestra casa de olas de mar
riendo tan desierta, llorando tan contenta por su felicidad.
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